domingo, 14 de julio de 2013

!VIVA CUBA LIBRE!

Cuando llegué a La Habana me quedé sobrecogido. Invadido por una magia sobrenatural;  recorría mi sudoroso cuerpo, un escalofrío que se relacionaba con la humedad y la brisa suave y salsera de esa fantasía que se había ido construyendo a golpes de imaginación en torno a lo que sería este viaje.
 Bordeando el Malecón; se departía a lo lejos un mambo cubano en una orquesta callejera de negros, mientras la vibración de la música movía mis emocionados pies de camino hacia la estancia que habíamos pactado…
El resto del grupo, sabía que ese silencio turbador era necesario para procesar aquella imagen colonial, que me llevaba a recordar lo que había leído sobre mis antepasados que estuvieron en la guerra de Cuba. Aquellas construcciones descascarilladas por el paso del tiempo y por la dejadez me devolvieron a la nostalgia, al pasado de mi bisabuelo  que estuvo allí en 1895 para detener la insurrección cubana.
De repente; me estrellé con la realidad  ante un negro con un inmenso mostacho blanco que en los extremos se desplazaba hacia el cielo configurando dos caracoles impecables.
- ¿Vienen de la madre patria?- Algunos aún consideran a España como la madre de cuba…
- Somos de España- contesté con un tono de temor; ante la entrada en acción de un desconocido.
- ¡Qué bueno!; durante mucho tiempo España fue la opresión, y ahora es  un símbolo de libertad – Marcelo, que así dijo llamarse, giro su cabeza en derredor en busca de  algún soplón, y en forma de susurro endulzado por el entreverado acento isleño nos dijo:
- Saben que el Comandante en Jefe nos traicionó… Yo participé en la revolución contra Batista: “Un gobierno del pueblo, pero sin el pueblo”: Una Aristocracia disfrazada de comunismo, y bienestar para todos: Miseria, hambre, atraso, y sobre todo ausencia de algo por lo que luchábamos en 1959: La libertad.
Todos teníamos algo de miedo; ese miedo que procede del desconocimiento de los pueblos, de sus costumbres, de la sorpresa. Pero los cubanos son así de acogedores, les encanta hacer de anfitriones sin ningún interés. En aquel momento tanto Ruth, como Carlos, Andrea, y yo mismo desconfiábamos de aquel racial cubano que nos quería hacer de guía. Pero el riesgo forma parte de la vida y de los viajes. Nos movíamos entre el miedo a que nos pasara algo, y la curiosidad de lo que nos podría mostrar ese pedazo de historia de Cuba.
- Si me acompañan les mostraré mi tierra, les mostraré parte de mi vida...
Nos miramos con cara de miedo, y sin decir una palabra hubo consenso en seguir a Marcelo. Estábamos alojados en el Mítico Hotel Cohiba de la Habana; dejamos las valijas como decía Marcelo, y tras una ducha rápida, en menos de una hora estábamos listos para una de las aventuras más impactantes de mi vida.
Tomamos su jeep ruso de los 60, que se “caía a cachos”, pero nos aseguró que funcionaba perfectamente que no nos dejaría tirados…Tomamos el impactante coche en el cual Marcelo aseguraba que había llevado al  Comandante Ernesto Che Guevara en Sierra Maestra. Me interesaba mucho cómo un tipo tan implicado en la revolución se había decepcionado de esa manera. Fue entonces cuando saqué mis preguntas más provocadoras para extraer la historia de ese  hombre.
- Marcelo: ¿Cómo fue la revolución?.
- Verá yo bastante ignorante, joven e inculto. Mis padres eran campesinos en Sierra Maestra y todo ocurrió tan rápido. Cuando por primera vez oí hablar a Fidel, me sedujo completamente, convencía a cualquiera. Los campesinos queríamos salir de una sociedad corrupta, y desigual como la que impuso Batista.
No me interesaban tanto los hechos, como su evolución personal hacia la decepción, pero pensé que para llegar a las profundidades era mejor conectar con Marcelo a través de los recuerdos históricos…
- ¿Cuál es el recuerdo más positivo que tienes de la Revolución?
- Recuerdo la entrada de Castro triunfal en Santiago de Cuba y su primer discurso. Hubo una simbología no preparada, que elevó a los altares al Comandante en Jefe. Una de las palomas que soltaron como símbolo de la paz, se posó sobre su hombro y permaneció allí durante todo el discurso. Eso era como la constatación de que Castro era el elegido, para un pueblo Santero y religioso eso fue el nombramiento divino de Fidel…
Mientras conducía, Marcelo nos fue hablando de los comandantes, con esa nostalgia amarga que te otorga la decepción. Del que mejor hablaba era de Ernesto:
- Ernesto fue con el que más conecté, pues era el más humano y el más cercano. Siempre me preguntaba por mi familia. Recuerdo que me decía: “Marcelo la revolución es la fuerza que tenemos los pobres para liberarnos del Hambre, la opresión y la miseria”.  Siempre dudé de que la violencia y la muerte estuvieran legitimadas por la revolución, pero entonces era joven y pobre, y aquellos barbudos eran mis referentes, mis ídolos, nuestra esperanza.
Ruth, con esa habilidad que tenía para conectar con cualquier persona sensible, y ese hombre lo era, continuó con el interrogatorio.
- ¿Qué le decepcionó Marcelo?- Espetó la mujer que había viajado a Cuba diciendo que cuando llegáramos nos separaríamos: Los hombres iríamos por un lado y las mujeres por otro, pero parecía que aquello había quedado en el valle del olvido.
- Linda Mujer Española; me tocas la parte más amarga de mi vida: Fidel empezó encarcelando a compañeros que discrepaban de él…Mi hijo murió en la cárcel por publicar un artículo que denunciaba la prostitución infantil en Santiago de Cuba; es una de las mil razones que podría exponerte para expresar mi dolor y mi profunda decepción con el régimen. Ernesto no hubiera consentido que mi hijo muriera en la cárcel-
Marcelo estaba empeñado en dotar “al Che”, de una diferencia importante con respecto al resto de barbudos…Destacaba nuestro guía, su humanidad por encima de su ideología. El decía algo que le confesó la última vez que le vio: “Marcelo: La libertad del hombre está por encima de cualquier ideología, la dignidad precisamente descansa sobre la libertad de elegir”.  
Confieso que pensé en decirle que le hacía diferente que había muerto de forma precoz, pero lo sopesé;  puede que le decepcionara mi opinión, y eso rompiera la confianza y el clima que se estaba creando.
- Mi evolución personal también ha ido a la par con mi vida militar: Casé con una revolucionaria cuyos ojos miraban sólo por la ceguera del Comandante en Jefe. Yo era un traidor para ella, que había renegado de la revolución porque me había aburguesado… “La libertad no importa si triunfa la revolución”… Barbaridad repetida hasta la saciedad para justificar sus miserias y  sus inseguridades, y las de los suyos. Me enamoré de una bailarina que veía el mundo por sus ojos azules llenos de pasión… Ella se quedó en España como refugiada política… La echo mucho de menos, hace 5 años que no la veo, mi alma está dolorida, llena de cariño guardado para mi pequeña Roxana…Tengo que verla no puedo más….- De los ojos de Marcelo se desplomaron dos lágrimas que fluían hacia la comisura labial, que las apartó bruscamente con sus manos ennegrecidas y groseras.
Viajábamos saltando con el carro  por un camino lleno de selva frondosa a ambos lados, cuando llegamos a una Mansión colonial donde decía que vivía Marcelo… Desde la ventana se oía música salsera:
“Dale bien, dale bien.
Bailador, bailador.
Cógele el vaivén, con sabrosura…..”

La casa blanca- amarillenta por el paso del tiempo, yacía en medio de una plantación de tabaco que ahora no producía, en la que habían trabajado los bisabuelos de Marcelo como esclavos, y que Fidel se la concedió  como pago por su implicación en la lucha armada. En una mecedora que se movía al son de la música, contemplaba la vida la Abuela Simona con más de cien años, testigo viviente de la esclavitud, de la revolución, y de la decepción de su nieto. La Abuela Simona era gorda, rechoncha pero con una cara tan dulce que distraía al mirón… y se olvidaba de sus carnes. La imagen era como de otra época; de hace un siglo, como si el pasado se hubiera detenido allí. Bajamos del Jeep  y subimos por la rechinante escalera de madera que nos condujo al porche de la casa…Marcelo nos presentó a la Negra Simona <Así era como la llamaban>; nos situamos alrededor de la abuela, y mantuvimos una pequeña conversación.
- Abuela; son amigos de España.
- ¿Cómo están; mis hijos?- Preguntó Simona de forma cortés con ese acento cubano musical, mientras de la ventana salía un grito de ¡azúcar!... <Y con esa yerba se casa usted, y con esa yerba se casa usted>…sonaba por Celia Cruz salsa cubana- ¿Cómo está la vieja España?- preguntó la abuela.
- Bueno con mucha crisis, como en todas partes- Carlos no se había dado  cuenta de la vida que llevaba el pueblo cubano desde hace años…
 Simona sonrió mientras dos hoyuelos en sus inmensos mofletes endulzaban  la escena. Simona había navegado por crisis desde que nació; como esclava, como negra con Batista, con hambre, y ahí estaba en su mecedora como símbolo de la  capacidad de supervivencia del  ser humano, por encima de la opresión, torturas, sudor, y lágrimas. Muy sosegada la negra espetó:
- La Vida es crisis para mí; pero saben que es lo peor…se lo diré: El desprecio del poderoso por el ser humano, la indiferencia con la que tratan a los ciudadanos, la humillación de saber que los que usaron a los campesinos para hacerse con el poder, no se diferencian en nada con los señoritos españoles dueños de esclavos, o los militares dictadores, los que representaban a los pobres aún son más miserables que los que nacieron con posibles- Esa demoledora aseveración me hizo darme cuenta de que Cuba llevaba 50 años en crisis, con cartillas de racionamiento…La verdad es que nos impresionó el brillante discurso demoledor de la vieja negra Simona.
Marcelo; nos invitó a pasar al interior de la casa: Cuando abrió la carcomida puerta, un bofetón de sonido entró en nuestras entendederas, el gruñido intenso de un contrabajo, unas guitarras suaves, una trompeta y por supuesto unas maracas…….”Cuida eso que vale un millón de pesos, cuida eso que vale un millón de pesos”…Cuando llegamos al salón nos encontramos con una foto impactante: Una orquesta en toda regla; y un salón de baile con tres parejas que a ritmo de la vieja trova Santiaguera movían su son… hasta a Carlos que alardeaba de ser más de barra  que de baile se le iban los pies y una negra le arrancó su timidez a través de  sus caderas. Por supuesto Ruth me invitó a bailar,  no pude negarme ante ese inmenso éxtasis de ritmo y emoción: “Maria Cristina me quiere gobernar, y yo le sigo le sigo la corriente, porque no quiero que diga la gente que Maria Cristina me quiere gobernar…”
Marcelo tomó a Andrea de la cintura y la arrojó al centro de la pista… Estuvimos durante horas bailando, perdí la noción del tiempo, todos nosotros nos fundimos entre ellos como oriundos de la isla; copiamos sus gestos, sus emociones, su ritmo. De un armario caoba Marcelo sacó una caja de puros y unas botellas de Ron. Carlos me miraba pensando en las veces que habíamos recreado esa escena: “Unos cohíbas y ron cubano”. Encendimos unos habanos robustos los que quisimos; y nos deleitamos con esa joya bien torcida y conservada con la humedad natural de Cuba… He probado muchos Habanos, pero aquel fue el Cigarro de mi vida. Todo era de un romanticismo extremado: La mansión colonial, la orquesta salsera, la Abuela Simona, Marcelo como testigo de la historia de los Comandantes, El olor a habano en la tierra del mejor puro del mundo, el ron que ante el sofocante calor nos anestesiaba, todo creaba un clima de pasión y alegría que nos entregaba a la fiesta y al baile.
La caída del sol se hacía patente cuando mi habano agonizaba en mis labios;  decidimos salir al porche a comer algo con Simona…. Alrededor de una larga mesa, aquellas mujeres sacaron un poco de arroz, frijoles, papas fritas, plátano, huevos, y verduras… Todo tenía un sabor fantástico en aquel ambiente y en aquella compañía…No se atrevían a hablar por la desconfianza que imponía nuestra presencia, cuando Marcelo provocó a un tal Zacarías:
- Zacarías: Contad a estos amigos vuestra historia-. Aquel negro oscuro como la noche, con unos ojos que desprendían pena y sufrimiento, no se animaba a decir palabra alguna, hasta que la abuela le dio su beneplácito- Zaca: ¡cuéntalo!-
Zacarías había sido uno de los comandantes que había nombrado Fidel en Sierra Maestra; hasta que mataron a su suegro. Se empeñaron en que había luchado y asesinado a revolucionarios con Batista.
- Mi suegro era un norteamericano afincado en la isla. Le acusaron de pertenecer a la CIA en uno de esos juicios populares públicos multitudinarios organizados por Fidel. Fue uno de los gringos que vinieron en busca de fortuna a la isla, se casó con una criolla y creó una plantación de caña de azúcar que le fue expropiada tras la llegada del Comandante en Jefe. Me enamoré de su hija por casualidad: Un día al salir ella de la escuela me encontraba en un camión que se desplazaba hacia su hacienda y ella yacía herida en el camino, se había lastimado un tobillo; contaba entonces con 18 años. Aquello sí que fue un flechazo. Empezamos a vernos a escondidas pues su padre no aprobaba la relación con un revolucionario, pero acabamos casándonos nada más entrar victoriosos en Santiago de Cuba. Poco duró la felicidad; me arrebataron a mi suegro y a ella por ser gringa, hija del gobierno imperialista opresor. La realidad es que eran unas buenas personas que vinieron a sobrevivir a Cuba, como muchos otros, eso me hizo alejarme del régimen, y ahora soy “persona non grata”, que en reiteradas ocasiones he sido detenido y llevado a la cárcel.
- ¡Qué historia!...tremenda….Afirmé pidiendo una tregua para digerir todo lo que estaba pasando…
Tantas historias y emociones nos habían llevado hasta las 2 de la madrugada, y ahí quedaban aún La negra Simona, Marcelo, Zacarías, y domingo <el hermano de Marcelo>… Era tan tarde y la distancia del hotel tan lejana que nos ofrecieron  quedarnos a dormir allí, y así mañana aprovecharíamos para bucear con unos conocidos suyos… Dormimos en la colonial casona, estábamos tan cansados que no tardamos en entregarnos a los sueños de morfeo…
Al día siguiente: nos despertó un pitido de un todo terreno que se acercó a la casa con un remolque con una lancha; imaginé que era el conocido de Marcelo que nos llevaría a bucear…
Desayunamos con Mario el buzo, así lo llamaban por su profesión… Marcelo, Zacarías y Domingo tenían hoy una mirada diferente, como de preocupación de ausencia que no sabía interpretar. En el desayuno noté un tono de despedida como si ya no fuéramos a verlos más.
Nos fuimos hacia la costa, allí una patrulla del ejército Cubano nos interrogó, pero al ver que éramos turistas no hubo ningún problema….Nos metimos en los trajes de buceo con sus bombonas, y con Mario bajamos al fondo del Caribe: El paisaje era sublime; una sensación de Paz y libertad paseaba por  mi cuerpo… Marcelo, Zacarías, y Domingo se quedaron en la lancha que cuando subimos de la inmersión no encontramos por ningún lado…..
Al poco tiempo una explosión brutal  impactó en nuestras retinas, Un silencio valorativo y reflexivo invadió al grupo, mientras Mario el Buzo  sólo pudo decir:

- ¡Ya son libres para siempre!, ¡Viva Cuba libre!...

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