domingo, 7 de julio de 2013

EL DESNUDO DEL DIVO


- Antes de hablar y de conspirar, debéis saber querida Duquesa de mi intención de ver a la Reina para exponerle una tremenda herejía.- Espetó el gran Goya.
 - ¿De qué se trata?- Pregunto la Duquesa de Osuna, lanzando un guiño seductor al maestro.
- ¡Será descarado!. Me parece que el Rey Carlos debe saber esto.
- Desde luego debe ser muy grave: cuente, cuente D. Francisco.
- Querida Duquesa, me topé ayer con Clarita (que está sirviendo en casa de D. Manuel); y me contó que Godoy  se llevó a su alcoba a  Joséphine de Beauharnais.

- ¡Dios Bendito!; la mujer de Bonaparte.
- Es un crimen de estado Duquesa, una tragedia, de enterarse Napoleón entraríamos en guerra. Ese insensato Guardia de  Corps ha llegado demasiado lejos.
Mientras tanto el pueblo andaba  rebosante de gabachos, nos sentíamos invadidos. EL Rey Carlos IV permitió a Napoleón que pasara por España camino de Portugal, pero en realidad lo que quería el Francés era preparar una oculta invasión, en una España en la que había hambre, y la desconfianza en los gobernantes se incrementaba por momentos. Además el Heredero de la corona Fernando VII, conspiraba contra su propio padre. Una España convulsa, estimulada por la Revolución Francesa, la presencia del ejército vecino, y una corte plagada de afrancesados, con un Rey que mientras el pueblo entraba en crisis, el solo se preocupaba por cazar.

Pero mientras tanto un insensible seductor profesional se movía como pez en el agua por camas ajenas, por palacios impenetrables, con ilustres damas de distinta posición y poder. Siempre dije que es más importante el poder percibido que el poder real, el poder entendido como la capacidad que tiene un personaje de decidir sobre la vida de otras gentes, y en eso el llamado Príncipe de la Paz, apodado por el populacho como  “el choricero”, he de reconocer que era un artista.

Era capaz de seducir a hombres y mujeres, sobre todo a estas últimas, por su destacada habilidad de satisfacer las necesidades de cada cual; ese ilustre porte que le colocaba como analista observador de las más recatadas damas de la corte, esa fama que le consagraba como uno de los hombres más influyentes de la época, el propio amante de la reina Mª Luisa de Parma (fea y sin dientes) que contaba con el apoyo del tontorrón del Rey Carlos IV.
Su arte la desplegó  desde que llegó a Madrid procedente de su ciudad natal: Badajoz. El extremeño ingresó en la guardia de Corps, un cuerpo encargado de la custodia y defensa de La Casa Real. Esa cercanía con los reyes le permitió acceder con sus encantos hasta la cúpula del poder.

Corría el año de gloria de 1807; el Príncipe de la Paz, Duque de Alcudia y de Sueca, contaba con la confianza de  los reyes y una inmensa fortuna que le convertía en un ilustre y poderoso personaje.
- Querida Duquesa: ¿Me permite llamarle Pepa?; Pepa es más familiar, más cariñoso, me trasmite esa ternura infantil que me deja siempre impregnado su rostro.
- Mire vuestra excelencia que el asunto por el  que vengo es terriblemente grave, pero podría dejarme llamar Pepa o como desee vuestra merced.
- Nada debe turbar el sosiego de esa ilustre belleza que porta su noble estampa.
- Me abrumáis querido Manuel, ¿o debería llamarle Lolo?.
- Bueno Vayamos al asunto Duquesa-
La Duquesa de Osuna, Dña. Josefa Alonso Pimentel de la Soledad y Tellez-Girón era una mujer muy bella por la que el "Choricero" sentía gran atracción. En realidad el motivo de su visita tenía una doble misión, una racional: buscar la complacencia de Godoy, y otra sentimental: el   deseo tantas veces contenido, de terminar en los brazos del Príncipe de la Paz. Ella se engañaba a si misma esgrimiendo la defensa de sus intereses: “Es tiempo de revoluciones populares, y la nobleza necesita apoyos contundentes de la Corona”.

- Mi querido Manuel- Pepa cambió el tono sobrio y de estado, por uno un poco más frívolo.
- Adelante Duquesa- contestó Manuel con una sonrisa que delataba su interés por Pepa.
- Ha llegado a mis oídos, una impactante noticia que puede cambiar la historia de nuestra relación con Francia.
D. Manuel, esperando cualquier cosa, pues los chascarrillos   sobre los Nobles de Madrid, abundaban en el acerbo popular, y ya había oído una copla:
“Mientras va cabalgando Napoleón.
el Príncipe choricero se hace un cañón,
lleno de margaritas y de claveles para que  Josefina haga las leyes,
haga las leyes madre haga las leyes,
sin recordar que en  España mandan los Reyes”….

Pues efectivamente mandaban los Reyes, pero rodeados de una trama de aduladores y traidores de la patria, que pensando más en sus intereses personales que en los del estado, se entregaban a asuntos espurios, con la intención de recibir algún tipo de favor.
Los privilegios, el poder, el dinero, y el amor, son los ingredientes que han movido siempre la historia. Yo fui espectador de excepción  de la vida y muerte de mi amo; D. Manuel Godoy Y Álvarez de Faria, creo que aún no me he presentado: Soy asistente personal del Príncipe de la Paz, me llamo Jonás, y no debería contar estas intimidades, pero si no lo hago yo, mil batallas se quedarán  en el más absoluto ostracismo y morirán para siempre.

Godoy sin darle demasiada importancia al tono de trascendencia de la Duquesa. El poder es lo que tiene; eleva tanto las almas de los poderosos, que paulatinamente se van auto concediendo una divinidad que les eleva a los altares, y construyen su propia realidad basada en su poder y en su capacidad de poder mover los hilos de su entorno. Hay grandes diferencias entre el Manuel que conocí siendo un simple guardia Corps, y el Príncipe de la Paz: ambicioso, enfermo de gula y de fama, obsesionado por el poder, por las mujeres, por los franceses, y por si mismo.

Godoy se convirtió en un divo para sí mismo, alguien que se creía inmortal, intocable, imprescindible, un “Rey Sol” que consideraba que era el estado, y que su bienestar era más importante que el de España. Una vez me dijo mi amo: “Nunca cambiaré Jonás, lucharé y daré la vida por mi patria y por mis reyes”. Creo que ahora sólo daría la vida por el mismo, lo demás le da igual; y no hay más ciego que el que no quiere ver…

- Manuel: Se corre el rumor muy contrastado de vuestra relación con Josefina…
El altivo Godoy, sonrió de forma prepotente, y emitió su dictamen:
- Mi querida Pepa: !esa era la trascendencia del tema que ha suspendido mi siesta!.
- Pensé que querríais saberlo: Se ha difuminado por toda la corte y ha llegado a manos de D. Francisco de Goya: Ya sabéis la lengua que tiene el maestro, y desde luego tiene oportunidades como nadie para hablar con los Reyes…

- ¡No temáis Pepa!; se  cuidar de mi mismo y de mi honorabilidad.

La verdad es que mi señor estaba preocupado, yo le conocía muy bien, y sabía que esa noticia no le convenía que se supiera dentro y fuera de la corte, le podía traer consecuencias muy graves, para sus intereses con los Reyes y con los gabachos.

Pepa; sorprendida por la frialdad de Manuel, sólo pudo decir:
- Bueno siento haberos perturbado, pero pensé que estaba en juego vuestro pellejo.
- Me subestimáis Pepa. Volvamos al principio – Una vez más el ambicioso Godoy había recibido una de las informaciones por las que se le otorgaba ese poder omnipotente que le hacía conocedor de todas las tramas trascendentes para el estado. El había tejido una red de “seducidas por sus encantos” y por su influencia, que  por conseguir una audiencia con él,  le llevaban “comidillas” gratis, y le hacían cada vez más poderoso.
- Esos ojos, mí querida Pepa me dejan sobrecogido, me subyugáis y me lleváis a la locura más absoluta.
- Manuel: ¡qué adulador!.
- Pepa vayamos a mi despacho, y le explicaré algo.
- Me tomáis por una vulgar ramera de las que rondan por las tabernas.
- Dios me libre de  dudar de su honorabilidad. Sabrá usted que soy muy respetuoso con las damas de su clase.

Pepa que tenía el alma dividida entre el deseo que sentía por entregarse al cuerpo de  Godoy, y la barbaridad que le suponía esa idea de ser una más de la lista de amantes del Príncipe de la Paz, se contenía pero a la vez ardía en deseos de caer en sus brazos. Y al final acudió al despacho privado de Manuel.

- Pepa: Es usted una mujer muy atractiva; Me fijé en usted desde que llegué a Madrid, pero entonces para mí era inalcanzable-
El astuto Godoy quería consolidar su relación con la Duquesa, sabía que era una persona con muchas influencias en  España y en otros reinos como el de Italia. Manuel  Godoy no daba puntadas sin hilo, y ahí tenía un buen tapiz que tejer.
- No me hagas esto Manuel, sabes que te deseo, pero no puedo hacerle esto al Duque.
Descargó su culpa, la confusa Pepa buscando la piedad compasiva de Godoy, pero en realidad  lo que menos deseaba era que su culpa le frenara. La Duquesa de Osuna, invadida por una intensa pasión ante la cercanía de Manuel; se amarró a sus labios y a su cuerpo fornido y se devoraron mutuamente fundiéndose en un solo cuerpo sudoroso y lleno de acalorado fuego, que terminó arrojando al suelo todos los documentos y enseres de la mesa del despacho.
Los días siguientes fueron de trámites para mi amo. La Reina Mª Luisa le mandó llamar; el esperaba que fuera para pedirle las explicaciones pertinentes por el tema de Josefina, pero en realidad no se había enterado de nada. Estos monarcas son los últimos que se enteran de todo: Mientras Godoy yacía en el lecho real del Palacio de Aranjuez con la desdentada Reina; los guardias de Godoy tramaban implicar a D. Francisco de Goya en una trama ilegal de elaboración de grabados impúdicos del maestro distribuidos por todo Madrid. No le fue difícil a D. Manuel contar con la complicidad de la Santa inquisición que andaba detrás del pintor. Goya fue detenido y llevado al tribunal de la Santa inquisición por hereje. Pero mi amo no calculó los apoyos con los que contaba el artista. La propia Reina y el Rey Carlos intercedieron para que las autoridades eclesiásticas le soltaran.

Así fue; EL Rey Carlos le encargó al propio Godoy la liberación del apreciado pintor.
- Mi querido D. Francisco.
- Sabandija inmunda, espera a que salga de aquí y verás como la reina y todo el mundo sabrá de tus pillerías, y deslealtades.
- Mi querido D. Francisco, o debería hablarle en inglés como le habla alguno de sus amigos-
- ¡No sé de qué me habla!.
- ¿Tampoco conoce al Duque de Wellinton?; quizás él sepa quién es el autor del cuadro de su amante desnuda.
Francisco de Goya y Lucientes completamente desmontado y hundido por haber estado dos días en las mazmorras de la Santa Inquisición, no sabía qué hacer ni qué decir, se sentía pequeño e insignificante ante la información que le había soltado el poderoso Príncipe de la Paz: El había pintado el encargo de Wellinton del desnudo de la amante del Duque. Se vino abajo y sólo pudo callar y bajar la cabeza.
- Entonces Guardaremos los dos silencio por la cuenta que nos tiene; ¿no le parece D. Francisco?. Yo le libero de las garras de Monseñor Casoni, y usted a cambio se olvida de todo lo referente a mi persona.
- Acepto; le doy mi palabra…
Firmaron un pacto de caballeros: De allí no saldría palabra alguna que comprometiera la estabilidad del choricero. De nuevo Godoy salía reforzado, sin ningún tipo de desgaste. El inmenso placer que corría por sus venas al desmontar a otro de los influyentes de la Corte, lo hacía aún más altivo. Manuel Godoy había salido victorioso otra vez más.

Goya era un tipo vehemente y vengativo, y no olvidaría la humillación por la que le hizo pasar Godoy. Pero le tenía miedo, más que miedo era pánico. Sabía que contaba con los favores de la Reina Mª Luisa, y no le convenía que su nombre sonara  de nuevo después de lo de los grabados, pero por su cabeza las ansias de venganza contra mi señor no le dejaban vivir. Para ello trazó un plan para acabar definitivamente con él.

El  19 de Marzo de 1808, coincidiendo con el traslado a Aranjuez de los Reyes, Francisco de Goya logra introducir en la habitación de La Reina, tras visitar el palacio antes de que llegaran los monarcas, un documento que acusaba a Godoy de robo al Estado Español, a favor de los franceses para el pago de soldados y armamento. Mi señor se encontraba en el palacio cuando una masa popular con antorchas y enseres de labranza se dirigía a su palacio. Gritaban a favor del Príncipe de Asturias, y contra Manuel Godoy: “muera Godoy”, “muerte al Choricero”. Quien iba a pensar que D. Manuel se asustaría ante aquel populacho, donde también se vislumbraban algunos nobles a caballo, como el Conde de Montijo (que le aclamaban como “El tío Pedro”). Godoy se dirigía al pasadizo que unía su palacio con el Palacio Real, buscando la protección de la Reina Mª Luisa; cuando llegó un emisario de la casa real a traerle una carta de la Reina.

Querido Manuel:
Te he amado, deseado, y defendido hasta la saciedad; pero ya no puedo pasar por esto. El Rey se ha hecho con un documento que te implica en una trama de traición al Reino de España, y a favor de los intereses de nuestros vecinos los Franceses.
No te molestes en venir; desde este momento rompo todo tipo de relación con tu persona.
Te he querido mucho, pero me debo a mi pueblo y a los intereses de la Corona.
Fdo: Yo, La Reina Mª Luisa.
Mientras el Conde de Montijo y el populacho se agolpaban a las puertas del Palacio de mi señor, Godoy repasaba su vida:
- Ahora ya nada es como antes; en unas horas mi vida ha pasado a no tener sentido: Los Reyes me repudian, mientras el pueblo me culpa de sus males y la situación de España.
- Señor, no se apure, seguro que esto pasa y volveremos a ser como antes…

- No Jonás: Cuando tienes poder quieres tener más. La ambición obsesiona, ofusca, te aleja de tu verdadero yo. Construye una capa difusa que te lleva a tener conductas indeseables con el fin de conseguir más poder, más dinero, más …… Vives en un estado permanente de alienación que justifica cualquier acto para  conseguir tus objetivos. Pero cuando todo ya es nada, cuando tu poder se evapora de repente, cuando empequeñeces de un plumazo, te crees que no eres la misma persona, que te has desinflado como un globo. Ves que el mundo que antes te ponía la alfombra roja, hoy te pone una manta negra opaca, que te retira de los circuitos del poder, y entonces te encuentras con la verdad, con lo que siempre fuiste, con el ser humano que has llevado a la espalda pero sin hacerle mucho caso.

- Mi Sr, permaneceré a su lado. Ahora intentemos huir…
- No podremos huir…lo único que me queda es pedir clemencia, hacer uso de la humildad que dejé hace tiempo en la Guardia de Corps. La dignidad, la humanidad, y la honradez, las cambié por la codicia, la mentira, y la soledad del poder.

Mi Señor, estaba destrozado, con la moral por los suelos, y con un gran sentimiento de culpa de lo que fue y de cómo fue: El Ambicioso personaje en el que se convirtió,  que utilizó su capacidad de seducción para conseguir sus fines;  trabajó con la maquiavélica visión de que el fin justifica los medios. Y los fines y los medios fueron cada vez más cuestionables. Pero ahora eso formaba parte de su pasado, era el momento de afrontar las consecuencias de todos sus actos, de enfrentarse al juicio de las masas que reclamaban la abdicación del Rey y la subida al trono de Fernando VII. De pedir perdón, y de perdonarse a sí mismo.
Una veintena de hombres treparon con cuerdas hasta alcanzar los balcones del palacio, y penetraron en su interior hasta llegar a donde estábamos: Mi jefe sólo pidió que no me mataran a mí, el cabecilla dijo: - Hay que llevársele al tío Pedro-. Me preguntaba quién sería aquel  tío Pedro; por mi cabeza pasaban las peripecias de mi señor; las cuales nunca me parecieron bien, pero mi fidelidad hacia su persona no me permitía ni tan siquiera discrepar.
- Tío Pedro: Ahí tienes al choricero: ¿Le matamos ya?.
- Calla animal, aquí nadie matará a nadie- gritó el Tío Pedro, que parecía el líder de la revuelta.
- Dejadme solo con él…..- Ordenó el Tío Pedro. 

Manuel Godoy tenía miedo, mucho miedo. Era la primera vez que se sentía insignificante, una “piltrafa humana” en manos del pueblo. Su suerte dependía de ellos, y no podía pedir la protección del Rey; la Reina dejo clara su postura. Ahora ya todas sus riquezas y todo su poder lo había perdido de un plumazo. Ahora lo único que le quedaba era confiar en la clemencia y humanidad del Tío Pedro. A Manuel le resultaba muy familiar el rostro y la voz del líder del Motín, pero no alcanzaba a identificarle.

- Godoy: ¿Sabes lo que queremos, verdad?- Preguntó con tono autoritario el tío Pedro-
- ¿Acabar con mi vida?….- Manuel se dio cuenta de que el tío Pedro era el Conde de Montijo, y le relajó saber que la revuelta la dirigía un noble, era como identificar a uno de su clase, que aunque obviamente no era partidario del Príncipe de la Paz, suponía que tendría piedad en el caso de que corriera peligro su vida.
- No Godoy, no nos sirves muerto, nos sirves vivo: Exigimos que abdique su majestad Carlos IV en su hijo el Príncipe de Asturias. Este País necesita un Rey que defienda los intereses del pueblo Español. 

Manuel Godoy; entendía perfectamente la jugada; El conde de Montijo quería que la persona que más influía en el gobierno del Reino, sirviera de emisario ante la corona. Montijo no sabía la mala prensa que tenía Godoy en estos momentos ante los Reyes, pero no le quedaba otra. No podía decirles al tío Pedro y al pueblo enfurecido que no le pediría al Rey su abdicación. Era un ejemplo de la importancia que tiene el poder percibido por los demás frente al poder real.

- Está bien; iremos ante el Rey y hablaré con su majestad, en nombre del pueblo.
Entre varios tomaron a Manuel Godoy y lo arrastraron detrás del tío Pedro, y la masa del pueblo para llevarle ante el Rey. Mientras tanto yo fui con él, necesitaba mi apoyo, no podía dejarle en la estacada. Godoy sería lo que fuera, pero siempre me protegió y me trató como si fuera de su familia. Mi Sr, con mal aspecto: La camisa desgarrada, con sangre en el rostro, y con un nerviosismo que le hacía tener una voz titubeante e insegura fue llevado ante los Reyes. Nunca hubiera pensado que el narciso que era hace unos días se iba a convertir en una tortuga asustada.
- Majestad: Me trae el pueblo a empujones para pedirle su abdicación.
- ¿Cómo os atrevéis a pedirme nada?, ¡cobarde traidor!...
- Majestad eso son infamias de mis enemigos; os ruego que confiéis en mí, se lo explicaré todo.
- No es momento de explicaciones; He decidido abdicar, para que mi hijo Fernando Reine.

El Rey Carlos muy afectado por la doble traición: la de Godoy, y las conspiraciones conocidas de su hijo, se sentía profundamente deprimido. Al ver al pueblo aclamando al Rey Fernando no le quedó otra posibilidad que la de ceder ante el pueblo.
Queridos amigos; la codicia, la ambición, la instrumentalización del poder, es una opción personal, hay otros caminos basados en el amor al pueblo, la ética entendida como que toda acción se impregne de bondad que se refleje en una conducta estética… Mi Señor usó sus habilidades personales, y su red de contactos, para dibujar un mundo de intereses personales anti-éticos y antiestéticos que le llevaron a la ruina. Cada uno recibe la cosecha que ha cultivado. 

- Mi querido Jonás, ahora que estoy en mi lecho de muerte, debo decirte algo: “Me mató mi ambición, mi ego. Me obsesioné por demostrar a los míos que llegaría muy alto, cuanto más mejor, y me olvidé que la forma en la que llegas es tan importante como llegar, y que si en el camino has ido poniendo zancadillas, provocarán antes o después una gran caída desde lo alto”.
- Mi Sr, Príncipe de la Paz, debe irse al otro mundo perdonándose a sí mismo.
- No tengo tiempo Jonás; tendría que pedir perdón a millones de personas, y sólo me queda un suspiro de vida.


Mi Sr Manuel Godoy, se fue al otro mundo con el tormento de haber traicionado a su pueblo, pero lo más importante: No se pudo perdonar la traición a sí mismo. 

No hay comentarios:

Publicar un comentario